Compartilhamos aqui a provocante entrevista de Maurício López, secretário executivo da REPAM, concedida ao amigo Pe. Luis Miguel Modino. Vale a pena conferir…
Por Luis Miguel Modino
Mauricio López dice que es mexicano por nacimiento, ecuatoriano por elección y amazónico por vocación. El actual Secretario Ejecutivo de la Red Eclesial Panamazónica – REPAM, está encerrando su servicio al frente de las Comunidades de Vida Cristiana – CVX, presentes en casi 70 países y vinculadas a la Compañía de Jesús, con quienes colaboran no en función de la institución, sino de la misión.
Para quien ha sido su Presidente, la CVX, que este 22 de julio comienza su Asamblea Mundial en Buenos Aires y que será clausurada con la fiesta de San Ignacio el día 31, pretende responder a los llamados del Vaticano II. Después de este tiempo, se queda con “la certeza de que el discernimiento comunitario es una posibilidad concreta y real”, una idea que remite a los Ejercicios de San Ignacioy que le lleva a afirmar que “nuestra espiritualidad no es para un consumo privado, para un encerrarnos en nosotros mismos, sino para ponerlo al servicio de la Iglesia y del mundo”, siendo conscientes que todo debe estar en función de “la construcción del Reino en medio de las diversas realidades”.
En esta entrevista, Mauricio López, hace un análisis de la importancia de la espiritualidad ignaciana, que lleva a “encontrar a Dios en todas las cosas, contemplar en la acción”, haciendo una llamada “a ser redención del género humano”. Esa espiritualidad, en opinión del todavía Presidente de CVX, hace que “sintamos que estamos llamados a hacer la diferencia, que sea lo que sea que hagamos, lo hagamos con una profunda convicción de que ahi estamos construyendo el Reino y que se note”.
En ese sentido, destaca la importancia del laicado, “que no es una vocación secundaria” y que define como “el camino privilegiado para la santidad, el camino pleno para dar respuesta a los más profundos signos de la realidad hoy”, a partir de lo que el Papa Francisco afirma en Gaudete y Exultate. En ese sentido, López señala que “el único antídoto contra el clericalismo es un laicado maduro, responsable, capaz de encontrar su propio lugar en la Iglesia”
Al hablar sobre el futuro de las Comunidades de Vida Cristiana, destaca que “es tiempo de que salgamos de la auto referencialidad y la auto complacencia”, ideas muy presentes en el Papa Francisco, de “asumir el itinerario completo de los ejercicios espirituales de San Ignacio, que es el eje de nuestra identidad, y que eso nos lleva a una experiencia profunda de Dios”, teniendo como herramienta el discernimiento.
1. Después de varios años de servicio como presidente de la CVX, ¿cuál es el legado que queda en tu vida?
Yo diría que la presidencia de CVX durante cinco años, lo más importante que me ha dejado es la certeza de que el discernimiento comunitario es una posibilidad concreta y real, es una respuesta específica para el mundo de hoy que también está lleno de dispersión, fragmentación y superficialidad y nos permite entrar en profundidad al servicio concreto por el Reino, sobre todo dada nuestra identidad laical.
Creo que este legado de saber que nuestra misión solamente se puede entender desde la vivencia comunitaria es algo que le da mucho sentido a nuestra misión de sentir con la Iglesia. En los Ejercicios Espirituales, San Ignacio hablaba profundamente de unas orientaciones para sentir con la Iglesia. Creo que si se puede hablar de algún legado para mí, es haber aprendido a discernir comunitariamente.
Lo otro es que las dinámicas globales que se expresan en la diversidad cultural, en un equipo de trabajo que es el Equipo Mundial, que integramos personas de todos los continentes, con una gran diversidad, nos unimos por una misma vocación por el Reino. Hoy nos sentimos llamados a sentir que nuestra espiritualidad no es para un consumo privado, para un encerrarnos en nosotros mismos, sino para ponerlo al servicio de la Iglesia y del mundo.
Gustavo Gutiérrez, uno de los grandes promotores de la Teología de la Liberación, decía que la espiritualidad ignaciana es la que quizás mejor pueda responder a las realidades tan complejas del mundo de hoy. No es ni mejor ni peor, pero quizás sí una espiritualidad que mejor puede responder a esta situación de un mundo que también cambia con mucha rapidez, que está en una dinámica de contraste. La espiritualidad logra conectar lo diverso y ayuda a encontrar el sentido de Reino en medio de una gran diversidad.
Por último, saber que mi misión en la Iglesia está profundamente marcada por los regalos que he recibido de tantas mujeres y hombres, que han ido sembrando en mi corazón con paciencia, confiando, acompañando mis tropiezos, y todo lo que hoy hago en mi misión eclesial, sea en la REPAM o en la Caritas del Ecuador, donde estuve hasta hace poco en la Secretaría Ejecutiva, tiene que ver también con esta espiritualidad que trata de hacer sentido de la construcción del Reino en medio de las diversas realidades.
2. ¿Cuál es la importancia de los laicos para la Compañía de Jesús?
La Compañía de Jesús es una instancia hermana de la CVX desde su inicio. La CVX procede de las comunidades marianas, que también van cumpliendo 450 años de caminata, y la CVX es la interpretación y la renovación de hace 50 años de una comunidad de laicos vinculados a la espiritualidad ignaciana queriendo responder mucho más en virtud de nuestra identidad laical a los llamados del Concilio Vaticano II.
En ese sentido, agradecemos profundamente que la Compañía de Jesús, a través del Superior General, también hace este servicio valiosísimo de ser nuestro asistente eclesiástico mundial. Él delega un vice asistente a tiempo completo, dedicado a acompañar nuestra oficina allá en Roma. Por otro lado, múltiples presencias de los jesuitas acompañan a los CVX en los casi 70 países donde estamos presentes en todo el mundo.
Creo que la Compañía de Jesús está entendiendo cada vez más que la llamada a la colaboración tiene que ir más allá de sus propias estructuras e instituciones. No es una colaboración en función de la institución, sino es una colaboración en el corazón de la misión. Y la CVX, al tener identidad propia, autonomía también jurídica y según Derecho Canónico en la Iglesia, puede y está llamada a ser esta instancia diferente por nuestra propia identidad, pero que quiere complementar y animar caminos de enriquecimiento mutuo y sobre todo de respuesta a los grandes signos de muerte en la realidad de hoy.
Juntos estamos llamados a responder mejor desde cada una de nuestras respectivas ministerialidades, pero al servicio de una misma misión, que es una misión en el corazón de la Iglesia.
3. ¿Cómo la espiritualidad ignaciana puede influir en la vida cotidiana de cada bautizado?
La espiritualidad ignaciana es una espiritualidad que une polos distintos y procesos improbables de comunión, es decir, encontrar a Dios en todas las cosas, contemplar en la acción, usar de todas las cosas en la medida en que nos lleven para un fin mayor. Permite que muchos aspectos de nuestro mundo que nos van fragmentando hagan sentido en una misma dirección, que es encontrar el rostro encarnado de Cristo en medio de la realidad diversa, y en ella sentirnos llamados a ser redención del género humano, o sea a hacer sentido de la esperanza y del proyecto de vida, de justicia y dignidad en medio de la realidad.
Yo creo que esta espiritualidad permite que en todos los ámbitos de la vida cotidiana, profesional, política, social, cívica, sintamos que estamos llamados a hacer la diferencia, que sea lo que sea que hagamos, lo hagamos con una profunda convicción de que ahí estamos construyendo el Reino y que se note. No que se note por una manera cualitativamente distinta, sino por la profundidad y el testimonio de hacerlo con toda la certeza de que Dios trabaja dentro de la vida y que nosotros somos un poco creadores con Él.
4. ¿Qué es lo que define o debería definir la vida de un laico que se orienta por la espiritualidad jesuítica? ¿Cuáles son las perspectivas de futuro de los laicos jesuitas?
La espiritualidad ignaciana es para laicos y sacerdotes jesuitas, por lo que lo más lógico es hablar de laicos ignacianos, especialmente la CVX que tiene una identidad propia por Derecho Canónico y también reconocimiento ante el Vaticano. Creo que el futuro está en asumir lo profundo del sentir como Iglesia, creo que es tiempo de que salgamos de la auto referencialidad y la auto complacencia, de una experiencia que nos vitaliza, nos da mucha vida, de la cual sacamos mucho provecho, pero que muchas veces pareciera que nos quedamos para nosotros mismos.
Para mí el futuro está en asumir el itinerario completo de los ejercicios espirituales de San Ignacio, que es el eje de nuestra identidad, y que eso nos lleva a una experiencia profunda de Dios, de sanación, de encuentro de sentido para luego discernir la profundidad del itinerario que Jesús nos marca, un deseo de conocerlo profundamente y de seguirlo, y asumir también las posibles consecuencias de ir a la cruz.
El futuro entonces está en eso, en asumir el itinerario completo y ponerlo al servicio de la Iglesia, sobre todo con el discernimiento como una herramienta al servicio de la realidad.
5. La figura del papa Francisco, jesuita y que tanto critica el clericalismo, ¿cómo puede influir para que la Iglesia jerárquica reconozca cada vez más la importancia del laicado?
El papa Francisco está llamando a una fuerte afirmación del laicado de hoy y no sólo en palabras. Yo creo que la exhortación apostólica Gaudete y Exultate es una absoluta convicción desde el pontificado de Francisco y una hoja de ruta para poder hacer del medio de la vocación laical como el camino privilegiado para la santidad. Está reafirmando y reivindicando esta vocación en la Iglesia, que no es una vocación secundaria, que no es una vocación también reducida, sino que es el camino pleno para dar respuesta a los más profundos signos de la realidad hoy.
Yo creo que el Papa también nos está marcando líneas muy concretas, por ejemplo en la creación del nuevo dicasterio para la Vida, Familia y Laicado, donde hemos tenido algunos encuentros específicos como CVX escuchando una verdadera y genuina convicción para cambiar las cosas, incorporar los llamados del Concilio Vaticano II, que están ya con cincuenta años de retraso y tienen que ser también puestos en marcha.
Por otro lado, el nombramiento como subsecretarios dentro de este ámbito eclesial en la figura de laicas, específicamente, y por otro lado creo yo que el único antídoto contra el clericalismo es un laicado maduro, responsable, capaz de encontrar su propio lugar en la Iglesia y que puedan ser una interlocución constructiva con la Iglesia, pero al mismo tiempo servir como interface para responder a todos los otros espacios donde hoy la Iglesia no está presente, no puede estar o está cada vez más limitada para llegar.
El siglo presente, como decía ya el Concilio Vaticano II, es el siglo de los laicos, pero nos corresponde hacer un discernimiento profundo, con madurez, desde la complementariedad, para poder encontrar nuestra verdadera identidad y nuestra contribución más profunda en medio de este camino del Reino. El kairós que estamos viviendo hoy, desde el Concilio Vaticano y hacia el papa Francisco, pasa necesariamente para su concreción por el hecho de que los laicos encuentren su verdadero llamado y vocación en medio de la Iglesia.